Aquella tarde de otoño
volvieron las mariposas.
En el urdimbre de sus alas
se había tejido el futuro incierto
de aquella sociedad.
Flotábamos
Flotábamos sobre el vacío,
confiando en vislumbrar una veta de esperanza.
Mientras,
las luces de aquel horizonte, configuraban un nuevo futuro.
Y entonces… llegó la Luz
Ascendía por las fachadas, agarrándose con tornillos a mi piel calcárea.
Atravesaba mis frescos muros de piedra, llenando de relámpagos mi oscuro interior.
Y entonces…, comenzamos a olvidar la importancia de la Luz.
Su juego favorito
En su niñez, se asomaba desde esa ventana, para ver el humo de la cocina dibujando cabellos arrastrados por el viento.
Era su juego favorito, era el camino elegido… la fascinación por lo efímero.
La espera
La espera se hacía eterna.
Solo el sonido del viento recorría habitaciones y pasillos, rebuscando entre sus grietas, recuerdos y memorias.
El universo
Sus vetas daban alguna pista sobre las noches que había pasado contemplando las estrellas, sin darse cuenta que a su alrededor se configuraba un universo, posiblemente tan bello e infinito, del que ya formaba parte.
El tiempo
Sus piedras lo habían sentido,
lo habían palpado, escuchado.
Poco más quedaba por hacer,
quizás solo permanecer inmóvil
frente a lo que aconteciera.
¿Y si todavía estuviéramos a tiempo?
Cerrada
Cerrada…
aun así, seguía manteniendo su color…
su textura, su función…
su alma.
Su propia Alma
Aprendió a dibujar con su abuelo. Trazando líneas, sin lápiz, sin tiza, sin carboncillo. Intentando comprender el sentido de las cosas, su esencia, su color, … Intentando descubrir su propia Alma.
Ya no se abre
Ya no se abre
Ya no se asoma.
Se oculta tras ella
para no perder su alma.
El tiempo la maquilla
de grietas y humedades.
Pero ahí sigue
esperando una reflexión…
¿o quizás una poesía?